LA sal, es notorio, que entra
en el nombre, i
derechos delos
metales, como
lo
resuelvẽresuleven los
Autores, que
copiosamente
dexo citados en los capitulos antecedentes. I no es mucho, que
aũaun
se estime, i
tẽgatenga entre los mas preciosos, pues Plinio,
hablando de
la que usamos en los manjares, dize,
q̃que no ay cosa
q̃que pueda ser, ni aya
sido mas util à los
hōbreshombres, que el
Sol, i la Sal. I luego pone sus
alabāçasalabanças, virtudes, i propriedades, de
las quales, i delas
diferẽciasdiferencias della,
en Metalica, Marina, Harmoniaca, Gema, Salitre, Espuma, i otras
especies, i varios usos, i efetos de
todas ellas, quien quisiere saber
mucho, podrà leer, demas de Plinio, â Platon en su Simposio, Galeno, Dioscorides Averroes, Alberto Magno, i otros muchos Autores, que refiere Camilo Borrelo,
i fuera dellos el docto, i copioso tratado, que escribio de la
sal don Bernardino de Miedes, que
despues fue Obispo de Albarracin, Simon Mayolo en uno de sus
coloquios, i al novissimo Padre
Bernardo Cessio de la Compañia
de
Iesvs en su tratado de Minerales, donde se hallarà junto quanto se puede desear en materia dela
sal, i delos montes, casas, estatuas,
i vassos que se hazen della, i de la
estraña, i prodigiosa naturaleza
del Agrigentino, que se ablanda,
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deshaze, ò derrite puesto al fuego, i por el contrario se endurece, salta, i chispea, si le ponen en
agua, cosa, que tambien con mucha razon, la puso el Padre Martin Delrio
entre las ocultas, i
milagrosas de la naturaleza.