I he dexado para lo ultimo,
tratar de las Esmeraldas, aunque
Plinio, i otros
la dan el tercer
lugar entre las piedras preciosas,
diziendo como se forman, quaxan, i labran, i la estraña grandeza de algunas que se han hallado. Porque ninguna region del
mundo ha dado tantas, i tales como nuestras Indias, especialmente en las Provincias de Mexico,
Nuevo Reino de Granada, donde esta la famosa mina que llaman
de los Musos, i en el Perù, en la
que por esto se dixo de las Esmeraldas, i en otras partes, de que
hazen particular relacion, y muy
digna de leerse, Pedro Mexia, el
Padre Ioseph de Acosta, Antonio de Herrera, don Sebastian de
Covarruvias, i otros Autores.
Donde dizen de las cinco Esmeraldas que Hernando Cortes traxo quando vino de Mexico el año
45401540. las quales perdio en la guerra de Argel. Los muchos quintos que rindio al Rey la mina de
Somondoco Cacique en el Nuevo Reino. Las que hallò Francisco Pizarro en tierra de Manta, cuyos Indios adoraban por
su Dios una, que tenian tan grande como un huebo de avestruz, i
la hazian sus sacrificios, i que una
India le dio al Francisco Pizarro
una mayor que un huebo de Paloma, para moler maiz. I que en la
Flota del año de 1587. vinieron
à España dos caxones de Esmeraldas, que tenia cada uno dellos por lo medos quatro arrobas. I Monardes refiere,
que en la Flota
del de 1574. se traxeron del Nuevo Reino tres, entre otras, que
se apreciaban en sesenta mil ducados. Con que podremos creer,
que no serian menores, que el catino, ò plato de esmeralda que oy
guardan, i estiman tanto los Ginoveses, avido en la pressa de Almeria, quando la ganò de los Motos el Rey don Alonso de Castilla, llamado Emperador, la qual
antiguamente los Castellanos llamaron el santo Grial,
porq̃porque se quiso dezir, que en aquel plato cenò
la cena del Cordero Christo Señor nuestro con sus Dicipulos,
aũaun
que esto no es cierto, sino lo contrario, como lo advierte el Padre
Acosta.
Concluyendo con dezir, que celebra la sagrada Escritura las Esmeraldas, como joya
muy preciada, poniendolas assi
entre las piedras preciosas, que
traia en el pecho el Sumo Pontifice, como en las que adornan los
muros de la Gerusalen celestial,
sobre que discurren mas largamente los Padres Cornelio à Lapide,
Ribera, Alcaçar, i otros, que refiere Bernardo Cessio.