Con que en esta parte no viene
à ceder su piedad à la de los Christianissimos Reyes de Francia, de
los quales dizen Bleiniano, i otros
Autores,
que aplican siempre la
Regalia absoluta, que se han tomado en estas
vacātesvacantes, para obras
pias, i no para sus proprias utilidades. Aunque Yo, esta juzgo en
los Reyes por la mas propria,
pues por mucho que den à Dios, i
à su Iglesia, es mas lo que les buelve, i galardona, no solo en la otra
vida, sino aun en esta, como largamente, i con muchos exemplos, i
autoridades lo tengo dicho en otros lugares.
I aora añado, el
del Emperador Tiberio Segundo
de Constantinopla, al qual, como
lo cuenta San Gregorio Turonense, i otros,
la Emperatriz Sophia
le increpaba, que las riquezas que
el Emperador Iustino su marido, i
ella avian juntado en tantos años,
el las expendia muy aprissa, i prodigamente, en las limosnas que repartia. A que respondio, que esperaba en Dios, que no por esso vendria à menos su patrimonio, pues
su divina palabra le asseguraba,
que el socorrer pobres, i redimir
cautivos, eran los verdaderos Tesoros. I assi lo vio cumplido con
brevedad, porque passando un dia
por el patio de su palacio, viò una
lossa,
q̃que tenia esculpida una Cruz, i
pareciendole, que esto era de
grāgran
indecencia, i contra las leyes,
q̃que
tenian dispuesto, que tan santa i venerable señal no se pudiesse poner
en el suelo, mandò quitar la lossa
para borrarle, i se hallò debaxo della otra con otra Cruz, i quitada
tambien esta otra, en la mesma forma, la qual alçada, se descubrio un
Tesoro, que passaba de mil centenares de doblas de oro, con que
prosiguio mas alentado, à continuar la costumbre de sus limosnas,
I ay quien diga,
que poco despues le descubrio un hombre viejo, mediante la mesma misericordia divina, otro mayor Tesoro,
que aquel gran Capitan. Narses
avia dexado escondido en una cisterna, desde el tiempo del Emperador Iustiniano, en una ciudad de
las muchas que ganò en Italia,
donde labrô una gran casa, i este
solo viejo vivia, de todos los que
se le ayudaron à poner, i esconder.